Santo Cristo de los Milagros

Santo Cristo antiguo

Santo Cristo1

          EL SANTO CRISTO DE LOS MILAGROS  Y LA IGLESIA PARROQUIAL DE BINÉFAR  (1ª PARTE)

          La iglesia parroquial de Binéfar fue edificada y reestructurada en diversos períodos. La nave central y la parte inferior del campanario son del siglo XV y debieron de construirse seguramente sobre una iglesia románica anterior. Como narra José Antonio Adell en su obra: “Binéfar, tradición  y modernidad”,  las obras se realizaron entre 1462 y 1478.  La nave central corresponde a lo que fue la iglesia primitiva y es de estilo gótico flamígero. La traza de su original portada gótica, según Cristóbal Guitart, es única en Aragón y parece ya del siglo XVI. Este primer templo era de dimensiones mucho más reducidas que el actual, en consonancia con la escasa población que en aquella época tenía Binéfar.  En 1495 nuestro municipio contaba con 26 fuegos o familias, esto es, algo más de 150 habitantes. En aquella época, y hasta al menos finales del siglo XVIII, el cementerio se ubicaba alrededor de la iglesia.

En 1525 se dota al tempo con un magnífico retablo realizado por Damián Forment, uno de los mejores escultores del reino y figura principal de la escuela aragonesa. Este artista realizó entre otros, el retablo mayor de la Virgen del Pilar de Zaragoza, el del monasterio de Poblet y el de Santo Domingo de la Calzada.  En 1585 la iglesia parroquial albergó las Cortes del reino de Aragón presididas por Felipe II, quien impresionado por la belleza de las puertas del retablo, mandó llevarlas al monasterio de El Escorial y fueron sustituidas por otras de menor valor.  Aunque Benito Coll pensaba que hubo una primera ampliación del templo hacia finales del siglo XVI y principios del  XVII no existe ninguna constancia de ella y es bastante improbable que ocurriera. La verdadera reforma y ampliación de la iglesia, extensamente documentada, tuvo lugar en la segunda mitad del siglo XVIII.

Cabe preguntarse entonces, por qué razón se amplió el templo en ese siglo hasta dotarlo de las suntuosas dimensiones que exhibe hoy en día, puesto que si bien la población se incrementó notablemente, no lo hizo hasta el punto de justificar semejante ampliación. En efecto, en el Libro de Visitas del obispo de Lérida del año 1783 se dice que Binéfar contaba con 129 familias, lo que representa aproximadamente 700 habitantes. Sin embargo, algunos años antes, hacia 1742, ya se habían iniciado las obras de reforma y ampliación de la iglesia parroquial, obras que duraron más de medio siglo, hasta que en 1796 se colocaron las campanas y se dieron por finalizadas las obras.

La verdadera razón de la ampliación del templo parroquial creemos que se debe buscar en la gran devoción que tanto el pueblo de Binéfar como la comarca habían desarrollado hacia el Santo Cristo de los Milagros. El padre Roque Faci, religioso carmelita, en su obra: ”Aragon, reyno de Christo y dote de Maria Santissima”, publicada el año 1739 nos informa a propósito del “Santo Crucifixo del lugar de Binefar”: “los prodigios que los devotos han experimentado aquí, son infinitos, librandolos de enfermedades, al juicio humano incurables: en sus necesidades acude aqui el Lugar de Binefar, y su comarca, logrando el fruto de las oraciones: Esta colocada la Santa Imagen en un Altar muy sumptuoso, que los devotos la erigieron, y allí se ven pendientes muchas Presentallas, y memorias de los favores, que ha hecho su Magestad con los que devotos han implorado su Patrocinio: Con el azeyte de sus lamparas se han visto muchos prodigios, en los que con el se han ungido”. El Santo Cristo, con esta misma denominación de “Santo Crucifixo”, ya aparece mencionado en el primer viaje pastoral que el obispo de Lérida realiza a Binéfar el año 1541.

         El origen de esta extraordinaria devoción popular se halla en el famoso milagro producido el año 1642 durante la Guerra de Secesión catalana. Los hechos ocurrieron de la siguiente manera: tras el asesinato del virrey de Cataluña, conde de Santa Coloma, ocurrido en el denominado “Corpus de Sangre” del año 1640, los franceses acudieron en apoyo de los catalanes, que proclamaron a Luis XIII de Francia como su legítimo rey. El ejército del general La Motte arrasó muchas poblaciones aragonesas. Los hugonotes, que abundaban en las tropas francesas, eran enemigos de la religión católica y se dedicaron a saquear templos y quemar archivos.

De la obra ya mencionada de J. A. Adell, se extrae la siguiente cita del Padre Roque Faci,  quien en el pintoresco castellano de su época nos narra que “llegaron à este Lugar algunas Tropas, un Soldado de ellas, herege, fue tan barbaro, y sacrilego, que llegando à la Iglesia Parroquial de dicho Lugar, comenzó à injuriar la S. Imagen de Christo, que se venerava en su Altar: diò muchos golpes à la S. Imagen; y lleno de furor infernal atò la S. Imagen à la cola del cavallo y arrastrandola por las calles del Lugar, prosiguiò con el mismo sacrilego horror, hasta llegar a los Confines de los Terminos de Binefar con los de la Villa de Monzon; en donde de repente parò el Cavallo, sin que pudiesse hazerle dar un passo adelante su obstinado rigor de herege animo:

         Maltrató de nuevo la S. Imagen, y para manifestar su Divina Magestad la injuria, que se hazia à ella, sudò grande copia de sangre, como de ello se veen oy manifiestos señales, pues se mira (entre otros) en su Sacratissima Cabeza una linea de sangre, que baxa desde la parte superior de la cabeza sobre la oreja izquierda, y cruzando por su Santissima mexilla, remata en la extremidad del labio superior con una gota de sangre, que està pendiente: afirman algunos, aver oido decir à los antiguos, que el herege, arrojò al fuego despues la S. Imagen; pero, que esta se Saliò de la hoguera, hasta tercera vez, sin lession alguna, y dexandola en aquel lugar del desierto, huyò el malvado, y sacrilego herege: aqui quedó la S. Imagen, hasta que publicado el prodigio en el Exercito de Francia, mandò su General recogerla, y restituir à su Iglesia, en donde fue venerada de los Franceses Catholicos”.

         Cuando el general Felipe de Silva libera finalmente Binéfar, convoca una salva general y da una limosna para restaurar la imagen. Él mismo da la orden a los religiosos capuchinos de Barbastro de trasladar la imagen para que sea venerada dignamente en su convento, pues Binéfar había quedado casi despoblada. Se decide transportarla en procesión, pero al atravesar el término de Binéfar, les resulta imposible mover la imagen. Reconociendo en tan extraordinario signo la voluntad de Dios, deciden que se quede para siempre en Binéfar. Este hecho milagroso será el origen de nuestras fiestas patronales, que probablemente se iniciaron a finales del siglo XVIII, pues en la visita realizada por Josep Blanc, canónigo secretario del obispado ilerdense en 1737, se nombra todavía como patrón a San Quílez.

          EL SANTO CRISTO DE LOS MILAGROS  Y LA IGLESIA PARROQUIAL DE BINÉFAR  (2ª PARTE)

         La fama del milagro del Santo Cristo de Binéfar se extendió rápidamente por toda la comarca y aún más allá, atrayendo cada vez más un mayor número de devotos. El Padre Faci asegura que en sus necesidades “acude aquí el lugar de Binefar y su comarca”.  Inmediatamente se asociaron a la imagen un número creciente de milagros y curaciones extraordinarias. A raíz de estos milagros, se añadirá al Santo Cristo su característica denominación “de los milagros”.  El Padre Faci habla, como ya hemos visto, de innumerables prodigios y personas que son libradas de enfermedades incurables. Daban testimonio de ello los abundantes exvotos dispuestos por toda la capilla.  El mismo Padre Faci no duda en calificar de “muy sumptuoso” el Altar de la misma.

Sabemos por el libro de visitas del obispo, que en 1737 existía una capellanía “en la capilla del Santo Christo de la Iglesia de la Villa de Binefar” fundada por José Piquer y Jerónimo Castanera, que todavía se menciona en la visita episcopal de 1826.  Las capellanías eran un tipo de obra pía en las que existía la obligación de decir un cierto número de misas anuales por el alma del fundador.  Con el aceite de las lámparas que ardían perpetuamente ante la imagen del Santo Cristo se ungían los enfermos produciéndose, según narra el Padre Faci, muchas sanaciones.

El uso litúrgico de lámparas de aceite se remonta al Templo de Salomón en Jerusalén. Es célebre el milagro ocurrido en el siglo II a. C.: Al terminar la guerra contra las tropas del rey Antíoco IV, los macabeos regresan a Jerusalén y encuentran el Templo profanado, con el candelabro apagado y aceite ritualmente puro suficiente para encenderlo un solo día, y sin embargo, arde milagrosamente durante los ocho días que tardan en conseguir aceite puro. Este suceso es el origen de la actual fiesta judía de la Janucá.

De igual modo, el origen del uso curativo del aceite es muy antiguo, ya los judíos lo usaban para ungir enfermos. Así mismo, se ungía con aceite a reyes, sacerdotes y profetas. La misma palabra “Cristo”, significa “ungido” y hace referencia a este tipo de unción. En el cristianismo su referencia inmediata se halla en la epístola de Santiago: “¿Hay alguno enfermo entre vosotros? Haga llamar a los presbíteros de la comunidad y oren sobre él, ungiéndolo con aceite en el nombre del Señor” (Sant 5, 14)

En muchos lugares de devoción, como la Capilla del Pilar de Zaragoza, los fieles se ungían con el aceite santo de modo similar. Un ejemplo muy conocido es el de Miguel Pellicer, quien tras ver amputada su pierna, se ungía diariamente el muñón de la rodilla con el aceite de las lámparas de la Santa Capilla. Finalmente, de vuelta a Calanda, la Virgen le restituyó la pierna la noche del 29 de marzo de 1640. Existen algunos paralelismos entre este milagro y el de la santa imagen de Binéfar. Ambos ocurrieron en Aragón, en fechas similares, el de Calanda tan solo dos años antes que el de “nuestro” Santo Cristo. En ambos se asocia el aceite de las lámparas a curaciones milagrosas. Finalmente, el Padre Faci, en su obra ya mencionada, habla de la Santa Capilla del Santo Cristo; lo cual, sin duda, recuerda a la Santa Capilla del Pilar.

Más interesante es el paralelismo entre el Santo Cristo de Binéfar y los venerados en Alcolea y Balaguer. Desde antiguo existe una gran devoción hacia el Santo Cristo de los Milagros de Alcolea. Como ocurre en Binéfar, su fiesta se celebra también el 14 de septiembre y su iglesia parroquial fue edificada en el siglo XVIII. Es de destacar que, al igual que sucedió en Binéfar, se trataba de edificar un templo de unas dimensiones en correspondencia con la importancia del culto dedicado al Santo Cristo, por ello su iglesia es la segunda de mayor tamaño de la diócesis, superando incluso a la Catedral de Monzón. En 1750 se fundó una cofradía en acción de gracias al Santo Cristo que es una de las más antiguas de Aragón y que obtuvo reconocimiento pontifico por el Papa Clemente VIII.

Aún más estrecho es el paralelismo con el santo Cristo de Balaguer, pues según la leyenda también brotó sangre de su imagen al ser maltratada. Sin embargo, al contrario que en Binéfar no existe ninguna documentación de este milagro que parece más bien legendario, pues se atribuye a una época remota indeterminada. Tampoco su festividad coincide, ya que se celebra en noviembre.  Su devoción parece iniciarse en la Edad Media y de él también se decía que curaba enfermedades. Hacia 1787 era tal la afluencia de devotos que se realizó una gran ampliación del templo. Existe constancia de que la devoción a los Santos Cristos de las tres poblaciones se consideraba de similar importancia, llegándose a citar los tres conjuntamente en algunos documentos.

Hoy no podemos formarnos una idea exacta de la extraordinaria devoción que esta imagen tuvo en su época, tanto más cuanto que la Santa Imagen fue destruida en la última guerra civil.  Hay constancia documental de que la imagen original conservaba restos de sangre del milagro. El Padre Faci, en 1739, dice “que tenia una gota de sangre muy viva de la que corriò por la Sacratissima Cabeza de la S. Imagen”. También el Padre Sebastián Mercadal en 1872 habla de  unos vestigios de sangre que “todavía conserva frescos”. Se puede aventurar la hipótesis, pues, que la gran devoción de que gozó el Santo Cristo fue la causa de que, al igual que sucedió con otros templos donde se veneraban imágenes milagrosas, (recordemos que la reforma de la Santa Capilla del Pilar se comenzó en 1754), se decidiera ampliar la iglesia de Binéfar a mediados del siglo XVIII.

Antonio Tomás

EL SANTO CRISTO DE LOS MILAGROS Y LA IGLESIA PARROQUIAL DE BINÉFAR  (3ª PARTE)

         No hay constancia de la fecha en que se iniciaron las obras, pero sabemos por un documento que existía en el Archivo del Ayuntamiento, que fue poco antes de 1743. Si como parece, se iniciaron en el año 1742, ésta no sería una fecha elegida al azar, sino que más bien se debieron iniciar ese año por cumplirse entonces el centenario del milagro. Un siglo después, en 1841, se realizaron obras de restauración de la capilla del Santo Cristo a cargo del “celoso devoto Don Juan Barber y Escudero”, según nos informa el Padre Sebastián Mercadal, en su obra “España Mariana” publicada en 1872. Una vez más, parece que se trataba de dejar en honrosas condiciones la capilla para poder celebrar dignamente el bicentenario del milagro el año siguiente.

De la importancia religiosa que para entonces había adquirido la iglesia de Binéfar da fe un documento publicado por Don Joaquín Antonio Sánchez Ferragudo, obispo de Lérida, en el año 1775 por el que se otorga indulgencia plenaria concedida por el papa Clemente XIV a los que visiten la iglesia parroquial de Binéfar en los días de la Concepción de Ntra. Señora y de la Exaltación de la Santa Cruz. Es de notar, que ésta última es la fecha en que se venera tradicionalmente el Santo Cristo de los Milagros.

Un año antes, en 1774, el dignatario de la iglesia de Santiago y Comisario Apostólico Don Manuel Ventura Figueroa, ya había concedido otra indulgencia plenaria para las misas en favor de las ánimas del Purgatorio celebradas en el Altar de la Concepción, “como si fuesen dichas en Altar privilegiado”. Incluso algunos años antes, en 1715, la visita del obispo, que solía mandar a un canónigo en su lugar, había revestido aires de solemnidad. Las ceremonias, presididas por el mismo obispo, se desarrollaron con gran pompa e incluyeron una procesión solemne, adoración y canto del Te Deum. Al día siguiente, confirmó a 87 personas entre varones y mujeres.

Podemos especular, aunque no haya ningún documento que apoye esta tesis, que todas estas concesiones eclesiásticas así como la ampliación del templo parroquial estaban orientadas a la eventual elevación del mismo a la dignidad de colegiata, a imagen de sus vecinas, las colegiatas de Tamarite y Monzón (declaradas colegiatas en 1563 y 1607 respectivamente). Esta dignidad se concedía por bula papal a algunas iglesias no episcopales, que descollaban de las simples parroquiales por diversas razones, generalmente para dar mayor esplendor a un culto determinado.

Sin embargo, poco después de finalizar las obras de ampliación de la iglesia en 1796, comienza, tanto para la Iglesia española como para toda la nación, un período convulso que hará virtualmente imposible cualquier hipotético intento en este sentido. Este período comienza con la guerra contra los franceses, continúa, entre otras calamidades con las guerras carlistas, (cuya primera guerra padeció especialmente nuestra comarca) y llega a su clímax con la desamortización de los bienes eclesiásticos en 1836. Casi todas las colegiatas que existían se suprimieron por el concordato de 1851. Este largo y nefasto período histórico concluye trágicamente para la iglesia de Binéfar con la destrucción del Santo Cristo y del Retablo Mayor en la guerra civil de 1936.

SANO CRUCIFIXO

DEL LUGAR DE BINEFAR

         En la Iglesia Parroquial del Lugar de Binéfar, situado en las cercanias de la Villa de Monzon, se venera la S. Imagen de un S. Crucifixio, en quien executò un herege, lo que no hizieron con su Original los Judios; Año de 1642, perdida Cataluña, invadieron aquel Pays algunas Tropas Francesas, lo que obligò a los habitadores de Binéfar à desertar su Patria: llegaron à este Lugar algunas Tropas, y como en los Exercitos ay de todas naciones, un Soldado de ellas, herege, fue tan barbaro, y sacrilego, que llegando a la Iglesia Parroquial de dicho Lugar, comenzò á injuriar la S. imagen de Christo, que se venerava en su Altar: diò muchos golpes a la S. Imagen; y lleno de furor infernal (ò barbaridad  no executada, ni por los Judios!) atò la S. Imagen á mismo sacrilego horror, hasta llegar a los Confines de los Terminos de Binéfar, con los de la Villa de Monzón; en donde de repente parò el Cavallo, sin que pudiesse hazerle dar un passo adelante su obstinado rigor de herege animo: maltratò de nuevo (ò Paciencia de N. Dios! Ó Angeles Soberanos, como no castigasteis á aquel Judas de esse siglo?) la S. Imagen, y para manifestar su Divina Mageftad la injuria, que se hazia à ella, sudó grande copia de sangre, como de ello se veen oy manifiestos (eñales, pues se mira (entre otros) en su Sacratiísima Cabeza una linea de sangre, que baxa desde la parte superior de la cabeza sobre la oreja izquierda, y cruzando por su Santiísima mexilla, remata en la extremidad del labio superior con una gota de sangre, que esta pendiente; afirman algunos, aver oido decir á los antiguos, que el herege, arrojò al fuego despues la S. Imagen; pero que esta se saliò de la hoguera, hasta tercera vez, sin lesion alguna, y dexandola en aquel lugar del desierto, huyó el malvado, y sacrilego herege: aqui quedò la S. Imagen, hasta que publicado el prodigio en el Exercito de Francia, mandò su General recogerla, y restituir à su Iglesia, en donde fue venerada de los Franceses Catholicos: sitiando a Lerida N. Tropas Españolas, (su General D. Felipe de Sylva en desagravio de tales injurias, hizo una Salva general, y diò una grande limosna, y el importe de las raciones de pan, y cevada, que consumiria el Exercito en un dia, para restaurar el culto de la S. Imagen: se continuò la desercion del lugar por muchos dias; y el dicho General mandò al que comandava las Tropas, que avia en Barbastro, que escoltara a los Religiosos Capuchinos de esta Ciudad, que passaron, como Hijos del Serafin llagado,  al Lugar de Binéfar para sacar de alli la S. Imagen, y traerla a su Convento, en donde fuesse venerada.

Llegaron estos Religiosos à la Iglesia de Binefar, y tomando con la debida reverencia la S. Imagen, la sacaron hasta la puerta del Lugar en devota Procesion; pero aqui se hizo immoble: probaron varios Religiosos sus fuerzas para llevarla; pero no la pudieron jamas passar adelante: conocieron, era disposicion de Dios, que no se sacara de aquel Pueblo la S. Imagen, y con la misma veneracion la restituyeron a la Iglesia, en donde, volviendo a sus casas, despues de tantos trabajos, sus habitadores, la comenzaron á venerar, procurando celebrar los desagravios tan debidos por injurias tan sacrilegas, como avian oido: los prodigios, que los devotos han experimentado aqui,  son infinitos, librandolos de enfermedades, al juicio humano incurables: en sus necesidades acude aqui el Lugar de Binefar, y su comarca, logrando el fruto de las oraciones: Esta colocada la S. Imagen en un Altar muy suntuoso, que los devotos la erigieron,  y alli se veen pendientes muchas Presentallas,  y memorias de favores, que ha hecho su Majestad con los devotos han implorado su Patrocinio: Con el azeyte de sus lamparas se han visto muchos prodigios, en los que con el se han ungido. El principal fruto de su proteccion es la mocion grande, que obra en los corazones de los fieles su Sacratissimo aspecto, compungiendo a todos, los que la miran. Es muy digno de referirse el caso siguiente, que sè por persona toda fee, y verdad: un Eclesiastico de N. Reyno de Aragon estando muy enfermo, invocò al Señor en su S. Imagen, logrò la salud, en dictamen de todos milagrosa; y viniendo despues à dar las gracias a su Divina Majestad por la salud recibida, dixo Missa, y visitò su Santa Capilla; pero aviendo oido, que tenia una gota de sangre muy viva de la que corriò por la Sacratiisima Cabeza de la S. Imagen, quando la maltratò el Soldado herege, quiso atrevido, hazer alguna alguna experiencia con un lienzo; y antes de llegar a hazer tan indiscreta, y necia prueba, le diò un temblor en sus brazos; que le impidiò lo que intentava: este castigo durò en el dicho sugeto toda la vida; porque siempre, que queria celebrar Missa, le repetia, de forma, que  jamàs pudo decirla en lo restante de toda su vida, no permitiendo el Señor, llegasse a su Altar, quien avia querido hazer tal experiencia. La dicha Relación consta de las memorias, que conserva la Iglesia Parroquial de Binefar.

(Faci, Roque A.: Aragón, Reyno de Christo, y dote de María SS.ma; Zaragoza, Ofc. De Joseph Fort, 1739, pág. 138-139 ).

OFRENDA FLORAL

La última vez -hace años-, que me puse mi traje de jotero fue para asistir a una ofrenda de flores al Santo Cristo. Íbamos de la mano mi hija menor y yo, cada uno ocupaba la otra mano con un ramo. A punto de entregar nuestra ofrenda a los pies de Cristo, alguien, en el tumulto, se nos coló. Esa persona se encaramó lo más que pudo hacia el rostro de Jesús, llevaba en su mano derecha una única rosa que acercó a la imagen, la agitó dulcemente en círculos bajo la mirada de Cristo, luego, se la llevó a los labios. Y cuando creía yo que la iba a colocar en la peana, se la puso en su propio pecho y la apretó contra sí como si escondiera un tesoro. ¡Aquella persona no le llevaba aromas de flores a Cristo, había ido a la ofrenda de Cristo para robarle a Él su propio aroma y llevárselo a casa consigo! ¡Qué grandeza de sentimientos! ¡Qué fe tan envidiable! Más tarde, con la Rondalla de Veteranos, canté una jota pensando en ese amor especialísimo capaz de llevar a un binefarense a ser ladrón de aromas y miradas de su Patrono:

Se hace un nudo en la garganta

y en las notas del guitarro

cuando Binéfar le canta

al Cristo de los Milagros.

El día 14, en medio de nuestro bullicio festivo, con perfume de flores y un fondo entrañable de jotas rasgando el aire de la mañana, la Cofradía del Santo Cristo de los Milagros expondrá a nuestra veneración la imagen de Cristo en su Cruz. Nuestro Santo Patrón volverá pues, a salir ante nosotros revestido de fiesta y triunfante sobre su leño para recibir, entre el fervor popular, las miles de flores que sus hijos de Binéfar deseamos ofrecerle.

Cristo, sin embargo, volverá a mostrarse ante nosotros clavado de pies y manos; extendidos los brazos en un abrazo a su pueblo que no logra completar; con su cuerpo todo apuntando hacia Dios Padre, como uniendo cielo y tierra en sí mismo; y con su Cruz insultantemente herrada a Él. Una Cruz de suplicio injusto que, sin embargo, Cristo llevará consigo a nuestra fiesta decidido a atenuar su peso con nuestra alegría, porque sabe que esa Cruz, esta vez, está tallada por las manos de los hombres que le amamos, hecha con los cinceles del compromiso personal y de la entrega a su evangelio; y sabe que, al celebrarle con nuestras jotas y nuestras flores, estamos diciéndole que su Cruz es nuestra Cruz, que hace tiempo decidimos incorporar a Ella nuestras vidas y que ese día, el de la Exaltación de su Santa Cruz, le renovamos ante Ella nuestra convicción de apóstoles suyos para presentarla entre las gentes que nos acompañan día a día.

 ofrenda floral

 

Acepta, Señor, nuestras flores al pie de tu Cruz. Representan lo mejor de cada uno de nosotros: nuestro deseo de limpieza y honestidad de pensamientos, y de honradez en nuestras acciones; nuestro afán por crecer mirando al cielo; nuestro empeño en amar y defender la vida; nuestro esfuerzo cotidiano por trabajar con dignidad y elegancia; nuestra esperanza de unir como en un ramillete a nuestras familias; nuestra voluntad de sentir tu Presencia entre nosotros como un perfume que embriaga nuestras vidas y viste de colores nuestras aspiraciones… Señor, recibe cada pétalo de estas flores como una plegaria a tu divinidad; concluye tu abrazo sobre Binéfar y llena de tu fraternidad nuestra convivencia; no te canses nunca de indicarnos el camino hacia el Padre y que, de abajo arriba, nuestra mirada encuentre siempre la tuya; que nuestra ofrenda de flores a los pies de tu Santa Cruz sea la rúbrica con que firmamos nuestro compromiso por seguirte, la testificación de nuestra gratitud, la aceptación de llenar nuestras vidas con tu aroma y tu mirada, y la expresión más clara de amistad que te ofrece el pueblo de Binéfar.

        Juan de Pano

 

 

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