- Binefarenses, toda fiesta que se
precie ha de contemplar un espacio y un tiempo para todos: para jóvenes, pero
también para mayores y para niños, para padres y para adolescentes. Incluso
para el que no quiere hacer fiesta.
- En la fiesta hay momentos para todo: para dejarse engullir por el torbellino frenético de las calles y de las peñas, pero también para la charla tranquila, amigable y reposada. Para olvidarse de todo, pero también para acordarse de otras personas que no tienen el cuerpo para fiestas. Para no dejar parar los pies y para ponernos a los pies del Santo Cristo, que ahora nos preside.
- Celebramos la fiesta del Santo Cristo,
hoy no desde el dolor y la pena, como en Viernes Santo, sino exaltado sobre la
cruz; sí, sí, digo bien, exaltado sobre la cruz, cual trono de gloria, aunque
resulte chocante, por no decir repugnante hablar de lo que fue un instrumento
de tortura -la cruz- como de un trono de gloria.
- La primera lectura nos invitaba a contemplar la cruz a la luz de aquel estandarte sobre el que Moisés colocó una serpiente de bronce, para que los mordidos por serpientes quedaran sanos al mirarla.
- El
himno que hemos escuchado antes del evangelio (Oh, cruz fiel, árbol único en
nobleza) nos retrotraía más atrás, al principio de la humanidad, y nos ha
hablado de la cruz como de un árbol: el árbol del paraíso, del cual comieron
nuestros primeros padres, engañados por el diablo, desconfiando de Dios,
pensando que así serían como dioses. Desobedeciendo, desconfiando quebraron la
amistad con Dios.
- Lo que la humanidad perdió en el árbol del paraíso, lo recuperamos y ganamos con creces en el árbol de la cruz.
Dolido mi Señor por el fracaso de Adán,
que mordió muerte en la manzana,
otro árbol señaló de flor humana,
que reparase el daño paso a paso.
- Lo que era un fruto apetitoso, pero venenoso,
en el paraíso, se convirtió en flor humana, de aspecto repugnante, pero
medicinal en el árbol del Calvario.
- Si de un árbol nos vino la ruina con Adán, por el árbol de la cruz nos llegó la salvación.
- Lo que perdimos por la desobediencia de un hombre, que fue la de todos, lo ganamos por la obediencia del Dios hecho hombre, el fruto maduro de la humanidad, y fruto nutritivo y medicinal para la humanidad.
- Desde la mirada de la fe, aquel “madero, tronco abrupto / de duro corazón y fibra inerte” se convierte en regazo, en arca que nos salva y en abrazo de Dios con los verdugos que le crucificaban, es decir, con todos nosotros. Si de todos fue la ofensa, para todos es el perdón.
- En el madero inerte de la cruz fructifica, de flor humana, la salvación, la vida, la alegría, la esperanza. La mirada perspicaz, trascendente de la fe nos hace ver que:
La gracia está en el fondo de la pena,
y la salud naciendo de la herida.
- Naciendo de la herida del costado de Cristo, de donde brotan el agua purificadora del bautismo y la sangre redentora de la eucaristía, que son salud para nuestras heridas y manantial de gracia para nuestras penas.