Catequesis infantil (Primera Comunión)

CATEQUISTAS DE INFANCIA

La catequesis es una de las actividades primordiales de cualquier parroquia. Ya no resulta extraño entre nosotros que ésta la impartan catequistas seglares. Aunque hay otros niveles de catequesis (de adolescentes, de jóvenes, de adultos, de tercera edad) y otros formatos (catequesis familiar) en nuestro lenguaje habitual, la catequesis por antonomasia designa la que desarrolla un/a catequista con su grupo de niños/as que se preparan para celebrar su Primera Comunión.

Si lo has notado, respetado lector/a, he evitado –conscientemente- la expresión “catequesis de/para la Primera Comunión”, pues la catequesis constituye una finalidad en sí misma, y no un “peaje” para poder celebrar la fiesta de la Primera Comunión. O dicho de otra forma, aunque no hubiera celebración solemne de la Primera Comunión, tendría que haber catequesis normalmente. En todo caso, se lleva a cabo con ocasión de celebrar ésta, pero no como su objetivo (casi) exclusivo. La catequesis, como exposición básica y orgánica de la doctrina cristiana, busca ofrecer en varios momentos de la vida (también en la adolescencia, en la madurez) los elementos para que el bautizado (re-)elabore una síntesis personal de su fe. Estos subsidios básicos de la doctrina cristiana, que encontramos sintetizados en el credo y en los respectivos catecismos, se completan con otros medios que se nos ofrecen para completar nuestra formación cristiana (homilías, cursos, lecturas, encuentros etc.).

Por otro lado, sin perjuicio de lo dicho anteriormente, la catequesis y los sacramentos (Bautismo, Confirmación, Eucaristía, Matrimonio) se complementan, es más, se necesitan mutuamente como las dos alas de un pájaro o los dos remos de una barca. La catequesis sin celebración tendería a quedarse en mera ideología o mera moral, reducida a la dimensión intelectual o, en todo caso, emocional-afectiva, pero se vería privada de ese encuentro personal-comunitario con Dios Trinidad y con la comunidad cristiana, que se da de una forma eminente en la liturgia cristiana. Y los sacramentos sin catequesis correrían el riesgo de degenerar en magia o en superstición, en unos ritos meramente sociales sin incidencia en el desarrollo de la persona como tal.

La Primera comunión la hemos de situar dentro del proceso de la Iniciación cristiana. Éste es un proceso que pretende, como su nombre indica, introducir en la fe y el seguimiento de Jesucristo, y en la vida de la comunidad cristiana, que es su corporización en nuestro tiempo. Este proceso arranca de la promesa hecha por los padres al celebrar el sacramento del matrimonio, por la que se mostraban dispuestos a recibir de Dios los hijos y a educarlos según la Ley de Cristo y de su Iglesia. Este compromiso de los padres, llevado a cabo con el apoyo de la parroquia y la escuela, está jalonado por los sacramentos del Bautismo (como entrada), de la Confirmación (como plenitud) y de la Eucaristía (como participación habitual en la mesa).

Formando los tres sacramentos un único proceso, gradual y dinámico, cada uno tiene su especifidad. Así como los dos primeros (Bautismo-Confirmación) sólo se pueden recibir una vez, son definitivos, la eucaristía, en cambio es reiterable. Es más, habríamos de hablar mejor de Iniciación a la Eucaristía que de Primera Comunión, porque no se trata tanto de recibir de una forma solemne la eucaristía por vez primera (y “misión cumplida”), cuanto de poder-deber participar habitualmente de la mesa eucarística, junto con toda la comunidad cristiana, domingo a domingo. La Primera Comunión tiene la vocación de ser no el punto de término sino más bien el punto de partida de la participación normal en la celebración que es fuente y culmen de la vida de la Iglesia.

Todo ello supone ineludiblemente el compromiso de los padres. En la medida en que en un hogar se viva la fe de forma natural, alegre, convencida, se están creando las condiciones para que los hijos vayan asimilando e integrando los mimbres con los que urdir su propia experiencia y convicciones de la fe cristiana. Educar en la fe, pues, no es tanto ir por detrás azuzando a los hijos, cuanto ir por delante guiando y motivando.

En nuestra parroquia ofrecemos dos modalidades para realizar la catequesis infantil:

a) La catequesis familiar, en la que son los padres los que dan directamente la catequesis a sus hijos,

b) La catequesis –llamémosle- “tradicional” en que hay un equipo de catequistas que son los que dan directamente la catequesis a los niños.

Los (más bien Las) catequistas tenemos una reunión mensual de formación-revisión-programación, así como otras convocatorias diocesanas que nos ayudan a sostener y renovar nuestra acción catequética, porque sabemos que sólo quien se forma puede formar.

Y aunque algunos no se lo crean, los catequistas no cobramos otra cosa que la satisfacción de contribuir a la educación en la fe de vuestros hijos, porque sabemos “que a jornal de gloria, no hay trabajo grande”.

 

 

 

 

 

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