El elemento central de la espiritualidad del ApOr es el ofrecimiento diario de obras. Se pide a cada socia que tome conciencia del valor sobrenatural de sus actos y renueve su consagración bautismal al comienzo de cada jornada, ofreciendo al Padre, en unión con Cristo, su actividad diaria por las intenciones que mensualmente proponen el Papa y los obispos españoles a los miembros del ApOr. Para ello se vale de un sencillo pero eficaz instrumento como es la “Hojeta” de las intenciones del mes. Como se ve en la ilustración, cada mes se proponen tres intenciones para interceder especialmente por ellas en la oración personal de cada socia: dos intenciones del Papa, una general y otra específicamente misional, propuestas para todas las socias del mundo, y otra intención propuesta por la Conferencia Episcopal Española. En la misma Hojeta, se propone la oración que expresa el ofrecimiento que cada asociada hace de sus obras, por el bien de la humanidad. A nadie nos parecería bien un regalo en mal estado; por eso, el ofrecer las obras del día obliga a quien lo hace a esmerarse porque éstas sean agradables a Dios. Cada tres meses, las celadoras reparten pacientemente las hojetas a las de su grupo y recogen la cuota voluntaria de cada una, al tiempo que se les ofrece un rato de compañía.
Otro capítulo importante de la asociación es velar por el decoro de la liturgia: cuidarse de los manteles, de los ornamentos litúrgicos y de las flores en fiestas importantes (Sagrado Corazón, Monumento de Jueves Santo).
Cuando muere alguna socia, se coloca el estandarte de la asociación en el presbiterio durante su sepelio, y se encarga una misa en sufragio por la difunta.
Este mes de junio se el Sagrado Corazón de Jesús. Es la fiesta grande del año. Al final de la misa, tiene lugar el sorteo de una imagen del Corazón de Jesús entre las socias. El ApOr contempla en el Corazón de Cristo el centro de su entrega amorosa al Padre por la humanidad. Al morir nos entrega el Espíritu, y de su Corazón traspasado manan el Bautismo y la Eucaristía. Agradecido por tanto amor, el miembro del ApOr ofrece su vida diaria al Señor y ora al Padre para que cambie el corazón de las personas, empezando por el suyo propio, de modo que sea más semejante al de Cristo. Por eso, junto a su Corazón, que se compadece de los sufrimientos que aquejan a la humanidad -consecuencia del pecado- el miembro del ApOr, con su actividad y ejemplo, aporta su grano de arena para aliviar tales situaciones y reparar el dolor que sufre Cristo en su Cuerpo: la Iglesia (cf. Col 1,24), teniendo en cuenta lo que ya decía santo Tomás: “No recibe Dios ofensa de nosotros sino por obrar nosotros contra nuestro bien”.
Cada año hay un encuentro regional de grupos ApOr, en alguna de las diócesis con sede en Aragón, al que suelen asistir miembros de nuestro grupo.
Para más información: www.apor.es